ESTO ES REAL, ESTO ES MÍO... POR AHORA. PRONTO SE LO DOY AL UNIVERSO.
Tengo que dejar esto ahora, AHORA, mientras está caliente en mi mente. Inglés, español, lo primero que se te venga a la mente. Perdóname …. Quizá luego salga algo más coherente…
Estoy escuchando el pre-master de este primer disco del Canto de la Monarca y quiero decirles a todos que tenía razón, no estaba loco, esta música es MAGNÍFICA, es magnífica todo junto, FUNCIONA.
Otros intérpretes -muchos otros espero- tocarán esta música… porque es TAN buena, tan fructífera, tan gratificante, tan emocionante. Pero ahora mismo, ahora mismo, es mío, porque yo ayudé a inspirarlo, he sido la partera, la partera, la que ayudó a traerlo al mundo; y en este momento, como en todos los nacimientos, supongo, estoy llorando lágrimas de una mezcla de alegría, agotamiento y orgullo.
Tenía razón al comenzar con María Sabina de Cruz de Castro, es un dedo que hace señas hacia el misterio y la euforia de todas estas mujeres, de toda esta música inspirada en ellas. Y en su DIGNIDAD. Al final, María Sabina se aleja con paso firme hacia las neblinosas montañas oaxaqueñas de su tierra natal –aún misteriosa en el México de 2013– y una parte de mí cree que allá arriba sigue viva, o su espíritu.
Esa es mi imaginación. Mi imaginación que tiene mucho que ver con cómo preparé la interpretación de todas estas piezas. Cualquiera que diga que uno no debe imaginar colores, ondas, personalidades, rabia, deleite, sensualidad, mil tipos diferentes de luz, innumerables formas de volar, cincuenta y siete palabras para la nieve, cuando uno toca música… está simplemente loco, o nunca ha amado.
Y es correcto seguir con el Retrato de Malintzin de Jack Fortner porque atrae más hacia el misterio, pero hace siglos. ¿Pero tal vez ahora también? Esto es México, en muchos sentidos somos un país no occidental. A algunas personas no les gustó esta pieza de Jack –al menos al principio– creo que en parte porque recordaron el drama de Vine a Comala, la miniópera de infarto que escribió para Rumor de Páramo. Esta pieza es completamente diferente: es lenta, misteriosa; necesita su propio tiempo dulce para revelarse, está operando en otro tipo de tiempo. Es sumamente importante recordar lo que dice en su nota sobre la pieza: que es un retrato de Malintzin visto a través de los ojos de Cortés. Me tomo un minuto para imaginar esto y me doy cuenta de que es casi imposible de imaginar. Quiero decir, piénsalo: ¿qué habría hecho ese hombre con esa mujer? La música llama, anhela, insinúa amenaza y de repente se retira a las sombras, se vuelve ardiente y luego, en una fracción de segundo, se aleja nuevamente.
La compleja conexión entre Europa, particularmente España, y México –grosso modo, la conexión entre el Viejo y el Nuevo Mundo– se convertirá en un tema persistente en este álbum. Espera y verás …
La amenaza implícita -o al menos imaginada- en la pieza de Fortner se convierte en violencia real en El silencio, en fin, todo lo ocupaba de Marcela Rodríguez. Enormes racimos hechos por mis antebrazos y palmas, de los cuales el más grandioso y enorme es el último que termina la pieza, un sonido gigante como el de un órgano que hace que el iPod, el iPad, el sistema estéreo, tus mismos huesos como tú. escucha, vibra como el órgano de la catedral que, hace siglos, el devoto pensó que era la Voz misma de Dios. Pero entonces los racimos también se vuelven delicados, respondiendo a algún otro impulso que el del poder puro y la fuerza de la violencia. Hay momentos de gran lirismo; pero son, al final, fugaces. Esta pieza está llena de confusión, dudas y amenazas. ¿Es ese gran cúmulo al final el triunfo del intelecto y el espíritu luminosos de Sor Juana, o la amenaza cada vez más presente de la hoguera de los herejes que tanto deseaba para ella el maléfico Aguiar y Seijas? No sé: tal vez ambos.
También tengo razón al seguir esta densa de las piezas con Desde el aire: Seis instantes de Alba Potes. De todo menos densas, texturas tan frágiles que aún así consiguen ser brutales y también tremendamente evocadoras. Escucho estas seis micro-piezas ahora –terminadas, hechas, de alguna manera todo es REAL ahora, hecho más permanente por la majestuosa Yamaha C5 y la asombrosa grabación de Roberto y Kenji– y es como mirar esas fotos del Tsunami en Japón. o del huracán Sandy en EE.UU. hace unos meses. Los títulos son cosas como Certeza-Incertidumbre, Se acabaron los juegos, Aprisa (apresurada)… El inquietante final del segundo es el optimista –de hecho, el primero y el segundo son los GRANDES optimistas– al tercero (Los Juegos son terminado), oh Jesús, el terrible pesar después de esa caída precipitada, como la caída de Lucifer, como la caída de un millón de mariposas muertas, Jesús, ¿qué hacemos con los inocentes de nuestro mundo? Y la primera nota de la última pieza es como el toque de difuntos. Todo hecho, todo terminado… y Hemos Hecho Esto. Qué tristeza tan terrible en tan pocas notas.
Le sigue la increíble Nymphalidae de Tomás Marco, y sí, es un limpiador de paladar. Hay una especie de buen humor cariñoso en el primero, que incorpora, dice Marco en su nota, una vieja canción popular de Castilla-La Mancha. Pero la segunda, La mariposa de Sor Juana, lo dice todo sobre la perseverancia, sobre el corazón que duda de vez en cuando, la voz cortada o silenciada, sobre la tenacidad y la fragilidad. El tercero --Adelita-- es el primer micro-rondó que he visto en mi vida, ¡y realmente funciona! Con incluso referencias al Rondo más Clásico que puedas imaginar. Algunas personas pueden descartar esta música, pero ¡Oh, vamos! Es ingenioso, es conmovedor, me convence. Este es el hermoso tríptico del álbum que limpia el paladar, y vaya que lo necesitamos.
Porque luego viene Griffin, el formidable Charlie Griffin Como el agua brota de las flores. Quizás es aquí donde la conexión entre México y España pega más fuerte. tan complejo El corazón herido, la rabia del rechazo. La evocación del agua que corre por una vena vital a través de esta pieza. La apertura hierática, el agua que nos introduce en el sueño –o en la realidad–, la fuerza del pie sobre la tierra o sobre el tablao, la fuerza de la voz. La pieza se acerca formalmente a la estructura del fandango y la parte donde comienza el zapateado es de infarto. Si lo digo yo mismo. Ahora los pies son todos evocados por el piano, el impacto del tacón sobre la madera de la improvisada tarima-escenario, el gesto arrogante de la cara, la energía que nos embarga como una enorme ola; todo eso está ahora en el piano. No más efectos de sonido. Y al final, después de toda la rabia y toda la locura, vuelve el agua. Estamos en el agua. Dúctil, móvil, de alguna manera neutral. Donde nos limpiamos, donde nuestro corazón está roto y donde, esperamos, pueda ser reparado.
¿Hago bien en terminar este disco con lo que considero Ecstatic Pieces, primero Uribe, luego Barker, luego Berg? Sé desde hace seis meses que este primer álbum de Monarca debe terminar con Berg: es la encarnación de la terrible pérdida, el desamor, el amor y la redención. Es de alguna manera la alquimia de toda la creación. La vida nos parte el corazón; la música y el arte y la danza transforman ese viaje al abismo en alas que nos llevan al cielo.
Uribe ES El vuelo: el viaje nocturno de Quetzañpapálotl. El trueno de alas, la urgencia de ese deseo incontenible de emprender el vuelo. La ternura y la alegría de flotar planeando sobre las térmicas en el cielo de medianoche. Y al final esa frase imposiblemente larga, esa que dura para siempre y que me tomó una eternidad aprender a sostener, que siempre trae lágrimas de alegría a mis ojos. ¿Y cómo termina, mi querido Horacio? Con una Coral perfecta: a la vez grave, pensativa, todavía anhelante, tierna, con toques de deleite, y al final, al final… ese acorde de séptima que nos hace darnos cuenta de que esto es un continuo. Que no hay, realmente, fin.
La Malinche de Barker es el último retrato de Malintzin en este álbum. Difícil pensar en una evocación más extraordinaria de triunfo y belleza y, al final, soledad. El eco de las campanas, los cascabeles, las ramas que vibran, las trompetas, la canción, aumentando gradualmente en el uso de todo el instrumento, cada registro, en cada volumen, desde el bajo más suave y distante: lo que pienso CADA vez que toco esta pieza, como LAS PROFUNDIDADES DEL TIEMPO- a unos agudos resplandecientes que también se metamorfosean en un bajo retumbante de un trueno lejano que se convierte, sí, en el momento enorme y tecnicolor de esta pieza, el momento en el que un relámpago rompe sobre las montañas e ilumina todo. No se trata de una humilde sumisa que se regala para mitigar las posibles rabietas del conquistador: NO. Esto es fuerza e ingenio increíbles, esto es ternura, esto también es soledad. Porque al final, con ese mi bemol al unísono desvaneciéndose en el silencio, ella está sola. Ay dios mio.
Y sí, El sueño… el vuelo de Berg tiene que terminar este disco. Al principio podrías pensar que este es el bálsamo después de tanto caos emocional. Y en cierto modo lo es. Pero hay mucho más que eso. Esta es la pieza, de todas las piezas de este álbum, que te rompe el corazón y luego lo repara. Ese primer toque de alas al comienzo de la segunda sección, que se vuelve casi enojado y luego se desvanece. Y luego el primer aleteo débil, de alas que apenas se atreven a imaginar que podrían ser lo suficientemente poderosas para volar; ¡eso si! luego explore casi todo el teclado, uniéndolo y juntándolo, primero con vacilación y delicadeza y luego con absoluta certeza y autoridad... solo para que todo salga volando por los aires, desaparecido, con el mínimo atisbo de arrepentimiento o una premonición de pérdida. Pero luego las alas están de vuelta... al principio no estamos seguros, pero SÍ, están de vuelta, están aquí, nos llevan una vez más casi a la estratosfera y luego... y luego, Dios mío, viene ese Acorde Triste que también me hace llorar cada vez que lo juego, eso realmente me rompe el corazón. La última parte es, sí otra vez, una voz reconfortante, un movimiento largo y lento, ya no hay más aleteo ni batir de alas; pero incluso entonces, AUN ENTONCES, esas alas aparecen una vez más para mostrarnos el camino hacia el cielo. Por eso Berg debe terminar esta grabación.