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ESTRELLA Y LOS TRES MILAGROS
2012-02-21

La mañana del viernes 10 de febrero Estrella casi se murió. Estrella es mi perra rubia, la señorita sociabilidad, la que milagrosamente, y gracias a estos mismos extraordinarios veterinarios –son de la UNAM, ¿debo decir más?-- sobrevivió un espantoso accidente cuando -hace casi exactamente dos años- fue atropellada por un automóvil y su pendejo conductor, entiendan vds que hablo en términos de sumo cortesía.

La llamé para salir, un poco después de las 10:00h, y no vino. Siempre viene. La busqué por toda la casa y al final la encontré sobre las escaleras del anterior acceso, cabizbajo, lengua el color de la lengua de Azabacha (que la tiene morada profunda, siendo una parte Chow-chow). Apenas tuvo energía para subir las escaleras. Regresé corriendo para mi bolsa, hablé a la clínica veterinaria para decir que iba en camino y que Estrella se veía como si tuviera un problema respiratorio; hablé a un taxi; procuré ayudarla a subir las veinte-tantas escaleras hasta la puerta; y salí.

Hizo ademanes y sonidos como si quisiera vomitar pero nada salió.

Maru (María Eugenia, la Dra. de la increíble pareja de médicos veterinarios que tienen esta clínica) estaba haciendo una estética canina y se detuvo en seco. El estetoscopio le dijo que Estrella no estaba recibiendo nada de aire en el pulmón izquierdo: diagnóstico preliminar, pulmón colapsado, quién sabe cómo o porqué. Maru intuyó que algo había del estómago en todo esto pero no pudimos precisar cómo. En eso aprox, entró Miguel, el Dr. De la pareja. Intentamos sacar radiografías (la clínica ahora tiene su propia máquina de rayos-X, BRAVO); no nos fue bien: Estrella, ya aterrada por no recibir aire, no aguantó estar boca arriba; en su desesperación me mordió la mano (no pasó nada, está bien, un tanto sensible todavía pero no me afecta al piano).

Éste fue el primer milagro: que la encontré, que se me cayó el veinte de que algo estaba muy mal y que la llevé a la clínica.

A sabiendas del riesgo, dada la situación respiratoria, decidimos anestesiarla. Se metió una sonda en el estómago y otro en el pulmón izquierdo. La conectaron con una máquina que monitorea señales vitales y se conecta con el animal, de manera algo cómica, con una especie de pinza en la lengua.

Se puso inmediatamente en claro que no había ninguna obstrucción en el tráquea. Maru empezó a bombear aire en la sonda del pulmón, Miguel escuchando al corazón. Están ahí todos: además de los dos doctores Santos y Carlos que ayudan en la clínica. La lengua cada vez más amoratada. Iba a morir si no lográramos entregarla aire.

Llegó un momento en que dice Maru, No está respirando; y poco después, Miguel, No hay latido. Pese a mis mejores esfuerzos yo rompí a llorar, abrazando a Estrella, ese cuerpo esbelto con su exuberante pelaje color miel, color leona. (Tengo la impresión de que ellos también quisieran llorar, sólo que son doctores y no pueden permitirse ese emotividad, al menos en esos momentos.) Con una parte de mi mente preguntando, ¿Cuánto se tardará en enfriar su bello cuerpecito de 16K ahora que ese espíritu alegre se ha ido?

Pasó yo no sé cuánto tiempo --¿un minuto? ¿30 segundos?-- y dice Maru casi susurrando, Está respirando; y poco después Está respirando solita; y Miguel, Ya oigo el corazón.

Nos mirábamos. Estrella siguió respirando, tranquilamente como si nada. Campeona, dijimos. Empezaron a bombear el contenido del estómago: pura baba con pasto entero. (Creo que Estrella, sintiendo la presión del estómago sobre el pulmón, intentaba purgarse, hacerse vomitar.) Ella seguía respirando, solito. Nunca estuvo sola a partir de ese momento: siempre estuvo Santos, o yo, o las dos, asegurándonos que estuviera respirando. Bueno, en realidad nunca estuvo sola desde que la llevé a la clínica.

Ahora sí pudimos sacar buenas radiografías. Confirmaron el instinto de Maru que había un problema con el estómago: éste estuvo donde debe estar el pulmón izquierdo. Y más: el diafragma estaba roto. Había que operar: no había de otro. Me explicaron que sería una intervención arriesgada: a la hora de manipular el diafragma la presión negativa que posibilita que los pulmones bombeen aire desaparecería, por lo que sería necesario tener alguien allí continuamente bombeando aire, como la clínica no tiene una de esas máquinas.

Me ofrecí. No soy mala para esas cosas: no me desmayo al ver la sangre y a veces he pensado que en alguna otra vida podría haber sido una cirujano decente (solo que soy fatal en lo que se refiere a Química). Maru me dice, Sí que eres buena para esas cosas … pero se trata de TU PERRA. Mejor que Santos lo haga. Tú vete a casa a comer algo y a descansar. Muy cierto: desde el café matutino no había probado ni bocado salvo un juguito que compré, en algún momento, en el Oxxo de en frente. Ya fue casi las 15:00h: había estado en la clínica desde las 10:30. Cuando salí Miguel estaba revisando la cirugía en uno de esos tomos de medicina; Maru por fin estaba despachando la estética canina que abandonó cuando llegamos; y Carlos el asistente estaba rapando la panza de Estrella en preparación para la cirugía.

Me fui. Hice unas cosas que tuve que hacer y una vez en casa, me preparé una de esas comidas que comes porque sabes que necesitas las calorías y no por el sabor. Me fui al piano ... para reforzar la vida que me representa y porque me había comprometido a tocar El sueño ... el vuelo de Silvia Berg el lunes en el Juárez, como mi ofrenda en el homenaje a Tulio Dorado.

A las seis y media, como me habían dicho, hablé a la clínica. Estrella salió bien de la operación. Hablé con Miguel. Él es bastante seco y escueto: me dijo que sí, había una hernia del diafragma, que todos los demás órganos se habían subido a la cavidad torácica; que repararon el diafragma y regresaron los demás órganos a su lugar. Que Estrella está bien, descansando. Todavía no podemos cantar victoria, dice, pero hasta ahora bien, que sobrevivió la operación es buena señal; que él quedaría con ella allí en la clínica esa noche. ¡Bendito!

Hablé con Maru la mañana siguiente y ella es bastante más expresiva: dijo, Nunca en toda nuestra vida profesional hemos visto algo semejante, todo, TODO, vísceras, estómago, hígado, TODO, se había embutido en la cavidad torácica. Si alguien me había dicho de esto no lo habría creído, no lo hubiera creído de no haberlo visto con mis propios ojos. No sé cómo estuvo viva esa perra, y mucho menos cómo estuvo respirando. Bromeó que tuvieron que pasar lista de los órganos: ¿Higado? Palomita. ¿Vaso? Palomita. ¿Vísceras? Palomita.

Así que el segundo milagro fue cómo Estrella --literalmente-- se resuscitó. 

De manera que fui, en el espíritu de celebrar la vida, al concierto de la OSUG esa noche en el Juárez, y ese concierto fue el tercer milagro. Desde el momento en que Juan Trigos –el nuevo titular, y titular, digo, no algún título inventado y de mierda como Permanente Director Huésped y Asesor en Sadismo— salió al escenario la sensación de expectativa y --me atrevo a decirlo, no se me ocurre otra manera-- de ESPERANZA del público fue palpable. Los BRAVOS irrumpieron al final de la Obertura al Festival Académico de Brahms, incontenibles. Fue un triunfo, ese concierto. Para mí dos señales: Primero, EL SONIDO DE LA ORQUESTA, que fue redondo, expresivo, casi puedo decir infundido de placer, ya no el sonido del TERROR; y segundo, que ví a muchos músicos SONRIENDO durante el concierto. No mientras tocaban, porque estaban muy concentrados; pero mientras tenían silencios y estaban escuchando a los demás, SONREÍAN. Saben que yo, después de un tiempo, fui a pocos conciertos del "B-grande" (a.k.a La Bestia) ... pero les garantizo que eso nunca se veía.

Supongo que hay un cuarto milagro, aunque todavía no podemos cantar victoria: el lunes 13, apenas tres días después de esta crisis loca, Estrella regresó a casa. El instinto de Miguel fue que en casa querría comer, lo cual no quiso hacer ahí; así que la dieron de alta, provisionalmente. Ni bien llegó a casa --tipo 13h-- comió como leona. Yo fui al Juárez para probar el piano -- hace mucho que toco en ese foro y con ese piano; regresé a casa; estudié un poco, comí algo rápido; y regresé al teatro para el homenaje. Después de mi participación en ese alegre y bello espectáculo volví a casa, di de comer a la manada y de nuevo, Estrella comió como leona, como la campeona que es. Como dijo Lirio, LA PERRA DE ACERO; como dijo Jenny, WONDER-DOG.

¡Un abrazo enorme, de todo corazón, a todos que han tenido una parte de sus espíritus conmigo y con Estrella en estos días!

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