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ESO DEL FRACASO Y LA GENEROSIDAD
2012-06-10

Va una foto chida del Famoso Alebrije …

La foto es de Carlo Olmos Carrillo.

El alebrije –búscalo en Google si no sabes qué es- es de Elsa Cruz Mejía.

Para más información sobre Canto de la Monarca: Mujeres en México favor de visitar www.cantodelamonarca.com

Llevo luengo rato queriendo escribir sobre esto aquí.  De alguna manera es hasta ahora que estoy lista (y luego tardé unos días más con la traducción al castellano …).  Lo que hizo carburar este momento fue volver a leer un extraordinario blog por Polly Carl, en el sitio Howlround (http://www.howlround.com/notes-on-generosity-in-the-theater-by-polly-carl/).  Lo había leído hace más de un año, cuando Tom Cott publicó la liga en su maravilloso servicio de recortes You’ve Cott Mail, y me conmovió y me inspiró enormemente en ese momento.  Hoy, algo me puso en mente de ese pequeño ensayo y fui en pos de ello.  Lo volví a leer y lo entendí de manera completamente distinta y mucho más personal.  Helo aquí el porqué:

Canto de la Monarca: Mujeres en México, mi segundo proyecto de encargos y grabación, fue más ambicioso que el anterior, Rumor de Páramo, homenaje musical a Juan Rulfo en que convoqué –en el transcurso de sus dos CDs- 23 compositores de cinco países y tres generaciones.  Para Monarca, desde el inicio planeé un disco doble, para evitar el fenómeno del segundo e inesperado hijo que sucedió con Rumor.   Esta vez, 17 compositores: de México, Brasil, Colombia, España, EUA y Gran Bretaña.  Presupuesté un pequeño sueldo para mí (10,000 pesos al mes); además de un sueldo para una productora, y más importante que nada un honorario de a de veras para los compositores: 25 mil pesos para cada uno de los 17 compositores, poco menos que la mitad del presupuesto total.  Pensando en el éxito que tuve con recaudación de fondos para Rumor, en mi cabeza lo tenía resuelto que podría juntar esos casi 75 mil dólares EU –de que los honorarios de composición representaron 34 mil dlls- entre los seis gobiernos, fundaciones y particulares.

Estuve terriblemente equivocada.  Comencé la recaudación de fondos justo cuando pegó con toda su fuerza la peor crisis financiera a nivel global desde la Gran Depresión.  Ningún gobierno estaba interesado en apoyar a un proyecto así, por hermoso que fuese, cuya titular no fuera de ese país. No importaba que yo había comisionado música de eminentes compositores de Brasil, Colombia, España y Gran Bretaña; además de mis propios países de México y Estados Unidos.  Simplemente no había dinero.  No había dinero de ningún gobierno; ni siquiera de mi propio estado de Guanajuato.  Tampoco fundaciones en EU que se veían como fuentes de apoyo casi seguras.  Particulares acongojados por la pérdida de sus acciones en la bolsa, por no mencionar el pánico universal.  En cuanto a los más acomodados, toda cuanta causa que apoyaran -sobre todo las de cultura- les estaba pidiendo más dinero a gritos para contener la hemorragia.

Sin dejarme amedrentar, al inicio del 2011 decidí probar mi suerte con el llamado crowd-funding.   Fue a la sazón un concepto poco conocido en México.  La idea es que subes tu proyecto a un sitio en Internet, con todo y video y texto promocional, pones una meta y una fecha límite y luego te pones a promoverlo lo más extensamente posible a través de correo-e y en redes sociales.  Lo intenté primero en una plataforma de nombre Kickstarter, que pese a no ser la primera plataforma de este tipo, parece ser la Más Famosa.  Hice –creí- todo lo que debes hacer: mensajes personales a personas en mi propia comunidad (las pocas que respondieron fueron todos mexicanos, ni un solo extranjero); mensajes personales a mi base de fans; tuiteando y feisbukeando como loca; todo el número.

Kickstarter tiene una filosofía todo o nada.  Resumidos cuentos, esto significaba que de los casi $3500 dólares que recaudamos, no vimos ni un quinto, porque no alcanzamos nuestra meta de cinco mil dólares, creo que fue.  Poniendo el dedo en la llaga fueron las personas que –pese a que yo lo explicara en cada bendito correo y boletín- no lograron captar que si no alcanzáramos nuestra meta no se cobraría su tarjeta de crédito; y cuando montamos DOS nuevas campañas en IndieGoGo, nunca volvieron a apoyar.   Qué reverendo lío.

Las personas que apoyaron a Monarca fueron, y siguen siendo, las personas que siempre han apoyado a mis proyectos: un grupo relativamente pequeño que en su mayoría son amigos y fans que ya conocen mi trabajo.  El círculo se amplió de manera emocionante con unos maravillosos mecenas aquí en México; pero sólo unos pocos.  Mantuve aflote a la barca Monarca desde mis propios ahorros, que para la primavera del 2011 casi se habían agotado.

Durante todo este tiempo, la segunda mitad del 2009 y todo el 2010, la música fue maravillosa.  Mi tiempo al piano fue extraordinariamente rico, con las diez piezas cuyo estreno absoluto interpretaría en el 38 Festival Internacional Cervantino en octubre del 2010: de España Tomás Marco, Carlos Cruz de Castro, y Pilar Jurado (estuve en rigor mortis con esta última, citando las palabras de la propia creadora, debido al estreno de su ópera en Madrid poco después, ¡pero sí llegó con tiempo!); de EU Jack Fortner y Charles Griffin; de Brasil Silvia Berg (igual como con su obra para Solo Rumores, fue uno de los primeros en entregar y es una obra increíble); Marcela Rodríguez y Horacio Uribe de México;  Paul Barker del Reino Unido; y la austera y elocuente pieza de Alba Potes de Colombia.

Iba a haber una Mesa de Amigos, que se encargaría de la mayor parte de la recaudación de fondos.  No resultó.  No digo que fue un fracaso, pero para un primer intento fue bastante mediocre: principalmente, supongo, porque yo no tenía ni bendita idea de cómo hacerlo.  Con que mi productora estuvo trabajando como loca para recaudar fondos.  Como productora es de perlas; pero el fundraising no formó parte de su perfil, ni de lejos.  Mientras tanto, porque estaba trabajando tan duro en la búsqueda de apoyos, no tenía tiempo para arreglar conciertos; de manera que yo no tuve ingresos.  ¡¡QUÉ BODRIO!!

Monarca se había convertido en un lastre verdaderamente de Sísifo.  En la primavera del 2011, me di cuenta de que estuve deprimida.  O sea, con “D” mayúscula.  Cada que pensé en la parte no-musical de Monarca tuve ganas de llorar, y a veces lo hice.  Empecé a despertar en la madrugada con una pesadilla recurrente en que unas personas desconocidas me tenía aprisionada y torturada en un páramo en que nadie me quiso rescatar.

Me sentí encolerizada, profunda y personal y reactivamente encolerizada, con personas que yo sabía fácilmente hubieran podido apoyar a Monarca con EU$500, y que donaron sólo $25, o quienes ni siquiera contestaron mis mails.  Poniéndolo en relieve fueron donativos de montos como EU$100 desde México donde –por ejemplo—mi sobrina que se tituló en Derecho se considera muy afortunada por percibir apenas seis mil pesos al mes (US$500 aprox).  Comencé a sentirme amargada, como Ya veo, con que a la hora de la hora esto es cómo me estiman.

Y todo esto me afectaba al piano.  También como persona, que me supongo es lo mismo.  Había empezado a ver cada persona que conocí en términos de cuánta lana podría representar para Monarca.  Yo no soy ni depresiva ni dada a pesadillas, y mucho menos a sopesar a la gente en términos de su valor neto financiero.  Nada de esto es Cervantes, al menos la Cervantes que yo quisiera ser.

Al mismo tiempo que todo este lío dentro de mí,  la Sinfónica de Filadelfia –¡la primera orquesta de los EEUU a tocar en China!—se encontró en el proceso de bancarrota.  Mientras la Crisis extendió su mancha aterradora por todo el orbe, organizaciones de artes, bibliotecas públicas y semejantes entes por doquier en los EEUU, además de en otros países,  se apuraron frenéticamente a justificar su presencia en el planeta, en los términos dictados por el Mundo de Negocios y Finanzas.  Un mundo que dice, en efecto, que no sólo es perfectamente bien, es de hecho recomendable evaluar cada persona que conozcas en términos de su valor neto financiero, en lo que se refiere a tu proyecto.  Un mundo que dice, mejor aún, que el más vil embuste es perfectamente bien, siempre y cuando lucraras millones y no te pillaran.

Perdón, pero cada molécula de mi alma rechaza esta manera de pensar del arte, de hecho lo hallo una manera detestable de pensar del mundo.

Ahora bien, organizaciones de arte en EU llevan años haciendo semejante contorsionismo, fingiendo ser algo que no son ni pretendieron ser.  No me refiero a la parte de viles embustes, sino a la parte que dice que tu arte tiene poco o nulo valor si no cabe en un modelo en que –por ejemplo— las únicas cosas que valen son las que se pueden medir, y al corto plazo. 

Gran parte de lo que hace el arte es simplemente imposible de medir, al menos con las herramientas de que disponemos.  Sí se puede medir si un niño está físicamente desnutrido,  y de allí argumentar contundentemente que por eso aprende menos bien de lo que debe.  Pero ¿cómo medir la malnutrición del alma?  No obstante, sabemos que existe: altas tasa de embarazo en muchachas de entre 14 y 16 años y violencia de pandillas son dos pruebas incontrovertibles.  Yo iría más allá, para argumentar que esos viles embustes y engaños del mundo de la banca –además de la falta de buena legislación para controlarlos—son otro síntoma de desnutrición espiritual. 

Este modelo de negocios, aún si fuese bueno para el Mundo Empresarial en General (lo cual dudo) es completamente fuera de sincronía con los artes.  Es un terrible error para la comunidad artística –que en efecto es toda la sociedad, quiero ponerlo muy en claro—dejarse engañar por este modelo,  intentando diseñarse con estos lineamientos y así confiriéndole cierta legitimidad.  Es el arte, de hecho, que tiene la única posibilidad de educar a la gente en esas otras áreas, de ayudarlos a crecer sus almas, para enriquecerse de otras maneras que nunca se han formado para imaginar.

Llevo tiempo sintiendo que buena parte de la gente en EU está brutal y fundamentalmente amputada del arte.  Se argumenta que ellos mismos escogieron vivir así, y ¿qué más da?  No lo creo.  Si lo escogieran, es porque tanta gente allá está sujeta 28 horas al día a unos pseudo-valores tan retorcidos que muchos escogen cosas que les hacen mal: algo así como esas horribles enfermedades del sistema auto-inmunológico en que el cuerpo se ataca a sí mismo.  Ver la taravisión más de tres horas diarias, por ejemplo, es consabida causa de depresión.  Puedes estar seguro que eso no pasaría si estuvieran escuchando a Puccini o a los Rolling (por ejemplo) tres horas diarias.

Cómo Kickstarter está conformado me parece evidencia de esa amputación del arte.  Es cierto: la gente está hambrienta para el arte, sedienta de sentir pertenencia con ello.  Al mismo tiempo,  está tan atontada por esa misma desconexión del arte, que la única manera en que puede imaginar pertenecer es mediante este rarísimo formato tipo reality-show que, francamente, nos remonta a la arena de los gladiadores de la Antigua Roma.

De haber recaudado una cantidad significativa de lana en Kickstarter,  ¿me sentiría así?  Buena pregunta.  Quizás no … pero estoy 99% segura que aún así sentiría que hubo algo que olía a gato encerrado.  

Vale, de vuelta a Monarca.  Comprendí intelectualmente que La Crisis fue el problema y no yo; pero a nivel visceral me sentí terriblemente responsable.  Me sentí como un fracaso.  Había diseñado este proyecto ofreciendo a los compositores un honorario decente para su creación, y ahora no pude cumplir.

Gracias a mi trabajo al piano, todavía estuve capaz de raciocinar.  Me di cuenta que la mitad del presupuesto fue los honorarios de composición.  Cuando me pregunté acerca de mis prioridades, la respuesta fue, ¡difunde esta música!  Bien, debía abandonar los honorarios de los compositores, y concentrar mis esfuerzos en juntar los fondos para grabar primero un disco y después el otro; después, cuando pudiera Juntar Más Fondos.  Y mientras tanto, arreglar conciertos, muchos conciertos. 

La gota que colmó el vaso fue toparme con L***, una mujer aquí que tiene mucho cariño a mi trabajo y que ha sido una fuente constante de sabiduría y humor, cada que la veo.  Ella subiendo y yo bajando; y cuando me preguntó cómo estuve, rompí en lágrimas.  Angustiada, le confesé que la única salida que pude ver fue no pagar sus honorarios a los compositores.  ¡Pues hazlo! me dice, te conocen, te quieren y te respetan.  Yo apuesto que no sólo no te van a odiar, te van a agradecer por tu tenacidad y perseverancia para grabar sus piezas.  Verás.

Tan sólo la idea de presentar esta idea a los 17 compositores fue muy angustiante; pero no veía otra manera. Pensé que ellos preferirían una Cervantes feliz y en buena salud, tocando su espléndidas piezas por todo el mundo, a una Cervantes en estado lastimoso con nada que mostrar por todo este sufrimiento.

Consulté, por ende, con A***, también sabia, rigurosa y compasiva.  Dijo algo sumamente importante: No fue el momento.  Más de seis meses después entendería cuán sabias fueron sus palabras.

Escribí a los compositores, un mensaje lo más conciso posible, en español e inglés, todavía sintiéndome un fracaso a la hora de recitar estos terribles datos.  Que Monarca no pudo pagar los honorarios de las piezas, que a mi ver la prioridad fue difusión: juntar los fondos para grabar el primer disco; y después el segundo.  Y mientras tanto tocar muchos, muchos conciertos.  Dije que si alguien quisiera que yo no tocara su pieza, yo estaría muy triste, pero comprendería.

Casi todos los compositores –excepto los que nunca responden a no ser que dices en “asunto” tu casa está en llamas-  respondieron con frases como, Ojalá hubiera muchos intérpretes como tú y De ser yo Ministro de Cultura tendrías un estipendio de por vida o No te preocupes, ya tengo otra beca, estoy cubierta.  La peor respuesta –y ni tan mala- fue algo así como Mala noticia pero no sorprendente.

Lágrimas de gratitud.

Bueno, mi pregunta perenne -- ¿qué aprendí?  Va, fue bastante:

Conócete a ti mismo (Know thyself): Tuve que reconocer –por enésima vez- que simplemente no soy una intérprete a escala grande.  Mi mejor desempeño es en foros más íntimos, donde realmente puedo hablar con mi público.  Así, por extensión, probablemente no soy una Chica Crowdfunding.  Yo lo sabía.  Caí en la trampa en que –en ese mismísimo momento- estuvieron cayendo muchos colegas y organizaciones de arte.  ERGO:

A vuestro propio ser sed fiel (To thine own self be true):   … y así, hablar desde la verdad al poder: como dicen los bautistas estadounidenses, speak truth to power.  Una frase casi imposible traducir al español; pero eso es más o menos lo que significa.  Nunca pensé que volvería a decir esto después del 1990: juro nunca jamás fingir.

¿Parece poco?  Pues no.  Es la mera médula de todo.

A eso de un mes después de la carta a los compositores, regresé una tarde de la caminata vespertina con Estrella la perra rubia, y de repente entró en mi cabeza, ¿PORQUÉ te sentiste como un fracaso?  Bien –respondí- porque no pude recaudar fondos. Jmmm, dijo la vocecita, ¿Cómo puedes fracasar en algo que ni siquiera haces?  Y me di cuenta: Yo toco el piano.  No soy una fundraiser profesional.  No soy un fracaso.  Fue un momento Epifanía.

¿Qué fue, entonces, de ese blog de Polly Carl que hizo salir toda esta historia?  Fue su Observación #6, en que dice, “Ya déjalo al mito de tener el derecho a algo.  Nadie te debe nada en este negocio o en esta vida.  La ruta más segura a sentirte víctima es sentir que alguien te debe algo y sentirte así es estar con una déficit.  Las déficit te dejan con nada que dar.”

El inglés original es: “Get over the myth of entitlement. No one owes you anything in this business or in life. The surest way to feeling victimized is to feel owed and to feel owed is to be at a deficit. Deficits leave you with nothing to give.”   La palabra entitlement  no tiene equivalente en español.  En efecto, es eso: sentirte derechohabiente a algo. 

Y bueno, así es como yo estuve.  Sintiéndome victimizada.  Con una déficit.  No lo pude ver hace un año, por la pesadilla (de hecho fue precisamente lo que me trataba de decir la pesadilla); pero así es: esa angosta visión del mundo te deja con una déficit permanente.

Es una de las razones que necesitamos el arte.  Digo, ¡los artistas lo necesitamos también!  Cuando nos separamos de lo que verdaderamente hacemos, para distorsionarnos en algo que no somos –que además es algo bastante cuestionable, a mi ver— entramos en un estado de desnutrición.  Así que tenemos que aplicar esa generosidad a nosotros mismos también.

El momento.  El momento llegó unos ocho meses después, cuando emprendí la enorme labor de una solicitud de beca al FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) aquí en México.  Mi proyecto es de terminar el segundo disco de Monarca y pasar tres años simplemente tocando el piano, compartiendo esta espléndida música que encargué para Rumor y Monarca con públicos por todo el mundo: en conciertos consagrados a esta música o en programas mixtos en que la pongo a dialogar con piezas del repertorio “clásico”.  Clases, conferencias, conciertos-charla, todo lo que hago.  Ya es hora de dejar al lado este aplastante lastre administrativo y hacer lo que nací para hacer: interpretar.

Armar la solicitud de beca exigió juntar toda mi vida profesional, en efecto, desde ese primer recital solo cuando tenía 14 años.  Todo cuanto recorte, toda cuanta reseña, todo cuanto programa de mano.  Me galvanizó a arreglar conciertos, y de todos los presentadores la respuesta ha sido cariñosa y entusiasta.  Mi calendario de tres años se está llenando.  Ahora es el momento.  El momento es ahora.

Aquellos de ustedes que vienen del mundo de Negocios seguramente me preguntarán, Sí, pero ¿los apoyos?  ¿¿Cómo vas a conseguir la lana??  Y yo responderé: No sé.  Pero sucederá.  Ahora es el momento.

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